sábado, 22 de noviembre de 2008

Salvajismos interestelares


Fue divertido pensarlo. Quebrantar un poco la jornada con un recuerdo apagado de la infancia.
Y si se pudiera de alguna manera volver el tiempo atrás, me pregunto a donde iría… es un tanto exhaustiva la búsqueda, ya que el pasado es lo menos reciente en mi memoria.
Tal vez, como alguna vez lo escribió Borges en uno de sus cuentos, no existen el pasado ni el futuro y somos individuos cuya creación se repite a cada instante en el presente, venidos al mundo con una memoria “adjunta”de pasados inventados.
Es un poco tenebroso reflexionar acerca de esta idea: una continuación prolongada de una vida que nunca se vivió, o un recuerdo ajustado a la psiquis pero determinado en la ficción.
Y si así fuera, qué genio inventor habría puesto en nuestras mentes estas reminiscencias, ¿estas visiones jamás vividas? No cabrían dudas de que ese genio debe ser desmesuradamente creativo, para darle un impulso tan dinámico a algunos recuerdos, tan nítidos que hasta podemos sentir que estamos atrás “de nuevo” (cosa ilógica) sin estar.
Si nos vamos adentrando en esta incertidumbre, tal vez lleguemos a pensar que ni siquiera nuestros nombres tienen importancia, y no somos más que un experimento que se repite constantemente, en el sitio más inaccesible de la galaxia. Y si así fuera, qué amarga soledad la nuestra.
Tal vez por ello nunca nos sentimos completos, y gran parte de nosotros está continuamente contemplando estrellas, cometas y supernovas, buscándole una explicación racional a nuestra presencia y nuestro abandono ancestral en este planeta, junto con todos los beneficios (eso a qué negarlo), pero con la prohibición estricta (salvo algunos casos documentados por nuestros curiosamente esquizofrénicos vecinos del norte) de la cercanía o el contacto con nada ni nadie más que nuestras toscas y rudimentarias formas de vida. En todo este acontecer reflexivo es posible que a alguien pueda ocurrírsele la brillante y espantosa idea de que la noche y el día no sean nada más que simples computadoras celestiales apagando o encendiendo un interruptor espacial en esta sala de aislamiento, rotulada con un infame top secret para conocimiento general. Entonces comenzaría lo que comúnmente llamamos delirio, o ciencia ficción.
Tal vez no somos más que eso, ni raza elegida por Dios, ni descendientes de seres de otro mundo. Solamente criaturas sin equilibrio, con tendencia suicida, enredadas en esta amplia telaraña espacial, en pleno comienzo de un proceso experimental.
Después de todo el tiempo y la luz viajan de forma distinta, y para aquél que lleva a cabo esta demencia, millones de años luz nuestros no sean nada más que un día.

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