martes, 25 de noviembre de 2008

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA...


Eduardo Galeano, un escritor que ilumina la mente, una joya que nos regala, es esta que sale del libro de los abrazos (esos que a mi me encanta regalar) y que cuando lo leo, cada dia, me hace sentir que un mundo diferente es posible, si uno deja que la luz verdadera se desarrolle y se expanda, si uno vive cada dia con la intensidad de una estrella, si uno entrega al mundo, el todo, sin escatimar nada, porque despues de la muerte no hay nada, sin embargo, antes que ella, existe la vida, y mis amigos! es imposible resistirse a ella.

EL MUNDO


Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo
subir al alto cielo.

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la
vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso - reveló - Un montón de gente, un mar de
fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y
fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros
arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin
parpadear, y quien se acerca, se enciende.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Turbulencias

Despues de todo, siempre uno como persona, se pregunta si es que acaso en algun lugar, en algun momento pisó mal algun escalon y que resbalón, y ahora todo comienza a tener un poco de gracia, pero no tanto porque el pie esta un poco magullado, pero bien.
Que decir, he dejado de decepcionarme porque ya nadie me genera expectativas, sin embargo no dejo de pensar en como la gente se equivoca tanto, y llega a pensar que despues de todo, todos juegan, pero no, algunos miramos la partida.
Y es por eso que no dejo de tener la plena conciencia de que toda la pantomima de la gente que me ha rodeado alguna vez, ha sido siempre inseguridad y poca inteligencia. Porque aquel que no sabe ver lo que la vida le muestra con tantas comillas, es realmente una persona, en extremo triste, ya que no conoce ni de lejos, el valor de la sinceridad. Pero bueno despues de todo, yo salgo algo confundida, porque asi de "naif" soy que espero que la gente se comporte como seres humanos y no como neandertales...
Buenas lecciones, mirar bien antes de pisar de nuevo.
O pisar mas arriba, la indiferencia es el remedio mas efectivo.

un regalo de silvio

El dulce abismo
EL DULCE ABISMO
Silvio Rodríguez (Cuba)
Amada,
supón que me voy lejos
tan lejos que olvidaré mi nombre
amada,
quizás soy otro hombre
más alto y menos viejo
que espera por si mismo
allá lejos,
allá trepando el dulce abismo
Amada,
supón que no hay remedio
remedio es todo lo que intento
amada.
toma este pensamiento
colócalo en el centro de todo el egoísmo
y ve que no hay ausencia para el dulce abismo
Amada,
supón que en el olvido
la noche me deja prisionero
amada,
habrá un lucero nuevo
que no estará vencido de luz y de optimismo
y habrá un sinfín latente bajo el dulce abismo
Amada,
la claridad me cerca
yo parto, tu guardarás el huerto
amada,
regresaré despierto
otra mañana terca de música y lirismo
regresaré del sol que alumbra el dulce abismo












Para mi el amor tiene algo que ver con todo esto... y tal vez algo mas...

Salvajismos interestelares


Fue divertido pensarlo. Quebrantar un poco la jornada con un recuerdo apagado de la infancia.
Y si se pudiera de alguna manera volver el tiempo atrás, me pregunto a donde iría… es un tanto exhaustiva la búsqueda, ya que el pasado es lo menos reciente en mi memoria.
Tal vez, como alguna vez lo escribió Borges en uno de sus cuentos, no existen el pasado ni el futuro y somos individuos cuya creación se repite a cada instante en el presente, venidos al mundo con una memoria “adjunta”de pasados inventados.
Es un poco tenebroso reflexionar acerca de esta idea: una continuación prolongada de una vida que nunca se vivió, o un recuerdo ajustado a la psiquis pero determinado en la ficción.
Y si así fuera, qué genio inventor habría puesto en nuestras mentes estas reminiscencias, ¿estas visiones jamás vividas? No cabrían dudas de que ese genio debe ser desmesuradamente creativo, para darle un impulso tan dinámico a algunos recuerdos, tan nítidos que hasta podemos sentir que estamos atrás “de nuevo” (cosa ilógica) sin estar.
Si nos vamos adentrando en esta incertidumbre, tal vez lleguemos a pensar que ni siquiera nuestros nombres tienen importancia, y no somos más que un experimento que se repite constantemente, en el sitio más inaccesible de la galaxia. Y si así fuera, qué amarga soledad la nuestra.
Tal vez por ello nunca nos sentimos completos, y gran parte de nosotros está continuamente contemplando estrellas, cometas y supernovas, buscándole una explicación racional a nuestra presencia y nuestro abandono ancestral en este planeta, junto con todos los beneficios (eso a qué negarlo), pero con la prohibición estricta (salvo algunos casos documentados por nuestros curiosamente esquizofrénicos vecinos del norte) de la cercanía o el contacto con nada ni nadie más que nuestras toscas y rudimentarias formas de vida. En todo este acontecer reflexivo es posible que a alguien pueda ocurrírsele la brillante y espantosa idea de que la noche y el día no sean nada más que simples computadoras celestiales apagando o encendiendo un interruptor espacial en esta sala de aislamiento, rotulada con un infame top secret para conocimiento general. Entonces comenzaría lo que comúnmente llamamos delirio, o ciencia ficción.
Tal vez no somos más que eso, ni raza elegida por Dios, ni descendientes de seres de otro mundo. Solamente criaturas sin equilibrio, con tendencia suicida, enredadas en esta amplia telaraña espacial, en pleno comienzo de un proceso experimental.
Después de todo el tiempo y la luz viajan de forma distinta, y para aquél que lleva a cabo esta demencia, millones de años luz nuestros no sean nada más que un día.

Corazon




“Estoy buscando una palabra,
en el umbral de tu misterio,
quien fuera Ali Baba,
quien fuera el mítico Simbad,
quien fuera un poderoso sortilegio,
quien fuera encantador…”
Corazón, Silvio R.

Eventualmente vuelvo a casa caminando, mientras lo hago, acostumbrada al paisaje voy repasando canciones de Silvio, o de Sabina, entre otras. Me angustia un milímetro en el rincón mas alejado de la conciencia, la falta de compañía, sin embargo prosigo, un pie sigue inevitablemente al otro pie, y la marcha al estilo militar no declina su ritmo pintoresco por ninguna razón.
A veces pienso que ningún camino que transité me gustó tanto como en el que conocí a Joaquín, y no me creo que esté tan lejos ahora, supongo que la vida nos da un instante de paz a veces, cuando nos hace tropezar con personas como él, tan excepcionales, tan fuera de este mundo, y tan dentro de “nuestro mundo”.
Casi siempre llegan a mis oídos esas canciones en la que nos acompañamos una noche, y nos reconocimos como almas contemporáneas, y dirigidas hacia la misma meta. Después de todo este tiempo tengo en la memoria el inconfundible acento de su voz en el teléfono, y la calidez de sus palabras, así como la forma de su boca en plena sonrisa a través del mar. Me pregunto si estará ahora sentado frente al “ordenador” tratando de escribirme algo. Aún así sé que me lleva en sus pensamientos algunos días, especialmente cuando al releer Rayuela, se pregunta por la Maga y los puentes de París, que él llegó a conocer tan bien.
Es increíble como funcionó el don de la ubicuidad aquella tarde en Pozo Azul. Y aunque nos cansamos de caminar bajo el sol, el mejor descubrimiento fue su mirada, su acento y sus costumbres. El azar, diría él, hizo de nuestro encuentro un palíndromo tan tierno que no hay otro que pueda superarnos.
Me pregunto si en Valencia llueve como aquí, con esta humedad, y si el mate de todas sus mañanas, esa costumbre argentina que hizo suya, le sabrá tan amargo como a mí, desde que sé que ya no va a volver.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Una Nueva vision

Todo comienza con una mirada.
Todo comienza y todo termina.

Como si nuestras vidas fueran un círculo perpetuo, colmadas de nostalgias y recuerdos, de arrepentimientos y desvelos.
Todo me sabe a una noche solitaria en un café, escuchando algo de jazz, y en el medio voces, ruido de botellas y vasos que se quiebran, y este afecto transitorio que me nubla la visión y me hace considerar, en este escenario incompleto, que tal vez me hace falta tu presencia.
Tu presencia, que se asemeja a una nota en el piano, una tristeza inmensa brotando del saxo, un augurio de malas horas y futuros inconexos, nada que uno se pueda llevar a la tumba, o que se fije en la memoria. Esta idea me lleva a pensar que después de todo no sos solamente una inteligencia fiel que recorre el mundo, desborda el mar, inflama el fuego, desintegra la tierra, que sos algo más que mi imaginación, la cándida entrega de la mente a lo que uno internamente desea.
Cuando recapacito, me arrepiento algunos días, como todo ser humano, de desearte.
Porque tal deseo me torna vulnerable aunque no estés para comprobarlo. Tal vez por eso mismo cada vez que no nos encontramos y vienen otros, le digo a mi sombra que evitemos las miradas, pues son el comienzo de las horas que perdemos.

Por el temor a no mirarte entonces intento ir despacio, sin embargo hay días enteros en los que te pierdo, y todos pasan desapercibidos.
Y a pesar de a veces, despertarme por el rumor incesante de las horas, sigo de pie sin pensar en cuanto tiempo he pasado en este trance. Y cuando me doy cuenta han pasado años, y las vidas de todos los demás se han movido de lugar, y luzco como una foto desenfocada que el pasado atraviesa y mira nariz con nariz sin comprenderlo.
Y es porque no estás aquí, tal vez porque sin llegar a verte nunca de frente entre la multitud, aún tengo la curiosidad de tu estatura a flor de piel. Quien sabe cuales son las verdaderas distancias entre nosotros, y cuales son las verdaderas horas en la que llegaremos sin aliento a encontrarnos.
Después de todo, cuanto más dormidos estamos, más ilesos salimos de este campo en donde abundan las esquirlas del espanto.

Supongo que no estás, siempre es un decir que se revela cierto, especialmente cuando salgo por allí, tratando de perderme superficialmente en el viaje de los otros, en alguna ventana abierta que me enfríe las ideas, cada una más inútil que las otras, adhiriéndose al metal. Lo que me rodea, no es en su forma original, lo que en verdad me molesta, es simplemente el aura de tu presunta existencia, tu forma irregular, tu belleza de desconocido.
El suponerte en varios hombres que han pasado cerca, y saber que no has sido ninguno de ellos.
Y sí, la verdad es que renuncié a la búsqueda hace años, y he dejado que la corriente me lleve a mundos cada vez menos agradables. He descubierto entonces, mientras no estuviste aquí, lo difíciles y transfigurables que son los individuos, lo tercos y reprimidos que se vuelven, cuánto de ellos no es verdadero e incomparablemente absurdo, y las mentiras que van tejiendo a su alrededor, las falsedades de las que se sienten seguros, la estabilidad de sus apagadas vidas.
En cierta manera me han producido desde asombro hasta un coma profundo, y en algunos estados fragmentados, angustia. Aun así no he aprendido la aplicabilidad práctica de la indiferencia, y en ocasiones, pensar en ellos me causa un escozor en el cuerpo, un malestar en la memoria.
Pocas noches he dormido fantaseando con tu cuerpo, eso se debe a que tal vez sos en mi colérica imaginación la más intensa ambición, y a pesar de ello, nada más que una etérea imagen de la nada, lo intangible, lo anómalo, espejismos… en el desierto.
No logro concentrarme, y es cierto que a veces, caigo en la amargura de las horas que se escurren como sapos venenosos y me envejecen dolorosamente.
Pero es que ahora, cada mirada es el fin, desde que tu presencia es un hecho concreto en mis ideas. Porque desde que admito tu sustancia, he dejado de buscarte en los otros, espectros de una fantasía que nunca volverá a ocurrirme.
Tal vez antes no te suponía parte del cosmos, y me complacía esperar lo que sabía que jamás llegaría.
Y a pesar de esta suposición interna, no puedo darle nombre a este afecto, y lo contengo, pacientemente, como si con ello fuera atando cabos sueltos en cada segundo del día, intentando desvariar como los locos, todo para mantenerte detenido, lejos. Pues después de todo no conozco el afecto, ni me han roto el corazón. Y aunque muchos me preguntan por qué estoy esperando y no hago nada, la única respuesta posible es que el momento no ha llegado, y por eso mismo, yo sigo dormida.