jueves, 4 de marzo de 2010

Ni...

Bien, después de andar silenciosa por la vida, recobré un poco de sentido común al escuchar mi música preferida, y entonces me vino a la cabeza una sola imagen: sus ojos color ámbar, el brillo y la ternura, todo para mí.

Por mucho tiempo me consideré un ser totalmente ordinario, de esos incapaces de vivir un gran amor, llena de melancolías y nostalgias, repleta de amores imposibles.

Siempre bajo la condición de normalidad que veía en los otros, trataba de asegurarme un medio por el cual eternirzar mi corazón en un lugar más agradable que la titilante pantalla del ordenador. Y cada vez que lo intentaba me llevaba sorpresas amargas y derramaba lágrimas amargas hablando acerca de la maldad del mundo y la poca suerte que me había tocado.

Aún en este momento, piso ciertas baldosas que están algo flojas y me siento inestable en muchos aspectos de mi vida, sin embargo, algo dentro de mí ha cambiado, y la forma en que afronto los desplantes de la sociedad también.
Cada vez que pienso en él me siento inmensa.
Me pregunto si ahora las cosas son iguales y las veo de otra manera, o si es que algo en verdad ha cambiado allí en el escenario de la vida.

Mis amigos no están, muchos han acampado bajo tantas estrellas, y el brillo ha opacado sus sonrisas.

Y en esta época en que la tierra no deja de moverse, me aferro a lo que más amo y disfruto cada segundo, como si mañana no abriera los ojos otra vez para que me ilumine esa mirada.

Bien, tengo un terrible dolor de muelas que dificulta el ejercicio de reflexionar!...

miércoles, 7 de enero de 2009

Año nuevo... misma soledad

Alguna vez, después de tantas cosas que han ido sucediendo, alguna vez ocurre que encuentro el remedio, y logro sonreír. Y nuevamente miro un poco hacia atrás, me pregunto mientras lo hago, dónde estarán las voces perdidas de tantas personas que he conocido para mi felicidad o mi desgracia, en qué lugar de la memoria me llevan o si ya me han borrado. Y siempre me queda la duda insistente de qué es lo que pasará por la cabeza de aquellos que han desaparecido de mi vista, que se han ido enojados conmigo, aquellos que por decisión personal no ha dicho nada más y se han alejado hasta en el pensamiento.
Sin embargo, no llego muy lejos ya que desconozco en realidad la verdad de cada uno, y sí la mía, que es la única con la que trato de llevarme bien, aunque a veces suele volverse amarga.
Como seres humanos, cometemos errores. Como seres humanos, sentimos afecto, emoción, tristeza. Dolor. Sin embargo, hay algo más tal vez, que descubrir otro que nos mira y nos reconoce sin titubeos, algo más que permanecer despiertos noches largas y frías tratando de comprender la existencia propia y la de las estrellas en el infinito cosmos. O tal vez no hay nada, un existir sin destino, flotando en el aire de la vida, como una hojita seca que busca la tierra para abandonarse al sueño.
Me preguntan acerca de mi soledad. No sé qué responder, las elecciones a veces no son nuestras, sino de las circunstancias que nos rodean. Es como si estuviera esperando el vuelto y el cajero me dejara al costado, mientras cuenta el dinero. No soy libre de retirarme de allí hasta que no me lo entregue.
Y tal vez no encuentre satisfacción en la idea de compartir mi vida con otra persona todavía, porque de todas las que he conocido, ninguna me ha inspirado esa idea altruista de proporcionar energía sin pedir a cambio nada.
En el mundo hay muchas culturas que hablan del karma, del destino, de vidas pasadas, de almas gemelas. Uno decide qué creer, y de acuerdo a eso, vive y se relaciona. Quizás las señales que emito no son las correctas, o sí, pero no ha llegado la persona que las comprenda. Es algo complicado cuando uno vive encerrado en otro mundo escuchando música o leyendo libros en el colectivo, cuando no se distrae con el paisaje o con alguna persona que la está mirando. Es ardua la tarea de adecuarse al molde de otros, a veces quieren imponernos sus formas de vida, sus familias, sus problemas, su falta de amor propio y sus inseguridades; y esto genera que el afecto se vuelva tibio, hasta que uno cae en la cuenta de que se encuentra absorbido en una vida que no elegiría si le dieran la opción, y llega a pelearse con gente que ama, y con gente que no ama tanto también. Y todo por estar con la persona equivocada, por sentirnos mal de oír siempre que no tenemos que estar solos. Tal vez estar solos es estar tranquilos, esperando la energía de aquella persona que se acopla de verdad a nosotros sin necesidad de moldearnos ni de moldearse a si mismo, sino que cabe en nuestra vida, como una pieza de rompecabezas, ocupando el lugar correcto, y no anteponiéndose a lugares donde no le corresponde.
Quizás soy un poco prisionera de mi propia Fé en las personas, de mi absoluta calma ante lo que no se puede cambiar, de mi intolerable y utópica forma de ver el amor. Toda relación genera conflictos, pero también nos hace ver la vida desde los ojos de los demás, y sentirla, desde esa parte de nuestro espíritu que siempre está retirada de la realidad, dormida.
Mi error ha sido no amar desde el fondo, sino tener al afecto en la superficie y creer que era el verdadero y que con esa tibia sensación bastaba, por eso he fallado, por eso mismo, mis elecciones han sido lo contrario de lo que esperaba.
Comprendo que la soledad no es un mal, ni un castigo, solamente somos nosotros frente a nosotros mismos, conociéndonos cada día, aceptándonos cada día, siendo más humanos, cada día.
Y cuando llegue ese ser humano que se conoce como me conozco yo, quizás solo baste una mirada, alguna palabra conocida, alguna sonrisa que dure más de un segundo, para reconocerlo.

martes, 25 de noviembre de 2008

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA...


Eduardo Galeano, un escritor que ilumina la mente, una joya que nos regala, es esta que sale del libro de los abrazos (esos que a mi me encanta regalar) y que cuando lo leo, cada dia, me hace sentir que un mundo diferente es posible, si uno deja que la luz verdadera se desarrolle y se expanda, si uno vive cada dia con la intensidad de una estrella, si uno entrega al mundo, el todo, sin escatimar nada, porque despues de la muerte no hay nada, sin embargo, antes que ella, existe la vida, y mis amigos! es imposible resistirse a ella.

EL MUNDO


Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo
subir al alto cielo.

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la
vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso - reveló - Un montón de gente, un mar de
fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y
fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros
arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin
parpadear, y quien se acerca, se enciende.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Turbulencias

Despues de todo, siempre uno como persona, se pregunta si es que acaso en algun lugar, en algun momento pisó mal algun escalon y que resbalón, y ahora todo comienza a tener un poco de gracia, pero no tanto porque el pie esta un poco magullado, pero bien.
Que decir, he dejado de decepcionarme porque ya nadie me genera expectativas, sin embargo no dejo de pensar en como la gente se equivoca tanto, y llega a pensar que despues de todo, todos juegan, pero no, algunos miramos la partida.
Y es por eso que no dejo de tener la plena conciencia de que toda la pantomima de la gente que me ha rodeado alguna vez, ha sido siempre inseguridad y poca inteligencia. Porque aquel que no sabe ver lo que la vida le muestra con tantas comillas, es realmente una persona, en extremo triste, ya que no conoce ni de lejos, el valor de la sinceridad. Pero bueno despues de todo, yo salgo algo confundida, porque asi de "naif" soy que espero que la gente se comporte como seres humanos y no como neandertales...
Buenas lecciones, mirar bien antes de pisar de nuevo.
O pisar mas arriba, la indiferencia es el remedio mas efectivo.

un regalo de silvio

El dulce abismo
EL DULCE ABISMO
Silvio Rodríguez (Cuba)
Amada,
supón que me voy lejos
tan lejos que olvidaré mi nombre
amada,
quizás soy otro hombre
más alto y menos viejo
que espera por si mismo
allá lejos,
allá trepando el dulce abismo
Amada,
supón que no hay remedio
remedio es todo lo que intento
amada.
toma este pensamiento
colócalo en el centro de todo el egoísmo
y ve que no hay ausencia para el dulce abismo
Amada,
supón que en el olvido
la noche me deja prisionero
amada,
habrá un lucero nuevo
que no estará vencido de luz y de optimismo
y habrá un sinfín latente bajo el dulce abismo
Amada,
la claridad me cerca
yo parto, tu guardarás el huerto
amada,
regresaré despierto
otra mañana terca de música y lirismo
regresaré del sol que alumbra el dulce abismo












Para mi el amor tiene algo que ver con todo esto... y tal vez algo mas...

Salvajismos interestelares


Fue divertido pensarlo. Quebrantar un poco la jornada con un recuerdo apagado de la infancia.
Y si se pudiera de alguna manera volver el tiempo atrás, me pregunto a donde iría… es un tanto exhaustiva la búsqueda, ya que el pasado es lo menos reciente en mi memoria.
Tal vez, como alguna vez lo escribió Borges en uno de sus cuentos, no existen el pasado ni el futuro y somos individuos cuya creación se repite a cada instante en el presente, venidos al mundo con una memoria “adjunta”de pasados inventados.
Es un poco tenebroso reflexionar acerca de esta idea: una continuación prolongada de una vida que nunca se vivió, o un recuerdo ajustado a la psiquis pero determinado en la ficción.
Y si así fuera, qué genio inventor habría puesto en nuestras mentes estas reminiscencias, ¿estas visiones jamás vividas? No cabrían dudas de que ese genio debe ser desmesuradamente creativo, para darle un impulso tan dinámico a algunos recuerdos, tan nítidos que hasta podemos sentir que estamos atrás “de nuevo” (cosa ilógica) sin estar.
Si nos vamos adentrando en esta incertidumbre, tal vez lleguemos a pensar que ni siquiera nuestros nombres tienen importancia, y no somos más que un experimento que se repite constantemente, en el sitio más inaccesible de la galaxia. Y si así fuera, qué amarga soledad la nuestra.
Tal vez por ello nunca nos sentimos completos, y gran parte de nosotros está continuamente contemplando estrellas, cometas y supernovas, buscándole una explicación racional a nuestra presencia y nuestro abandono ancestral en este planeta, junto con todos los beneficios (eso a qué negarlo), pero con la prohibición estricta (salvo algunos casos documentados por nuestros curiosamente esquizofrénicos vecinos del norte) de la cercanía o el contacto con nada ni nadie más que nuestras toscas y rudimentarias formas de vida. En todo este acontecer reflexivo es posible que a alguien pueda ocurrírsele la brillante y espantosa idea de que la noche y el día no sean nada más que simples computadoras celestiales apagando o encendiendo un interruptor espacial en esta sala de aislamiento, rotulada con un infame top secret para conocimiento general. Entonces comenzaría lo que comúnmente llamamos delirio, o ciencia ficción.
Tal vez no somos más que eso, ni raza elegida por Dios, ni descendientes de seres de otro mundo. Solamente criaturas sin equilibrio, con tendencia suicida, enredadas en esta amplia telaraña espacial, en pleno comienzo de un proceso experimental.
Después de todo el tiempo y la luz viajan de forma distinta, y para aquél que lleva a cabo esta demencia, millones de años luz nuestros no sean nada más que un día.

Corazon




“Estoy buscando una palabra,
en el umbral de tu misterio,
quien fuera Ali Baba,
quien fuera el mítico Simbad,
quien fuera un poderoso sortilegio,
quien fuera encantador…”
Corazón, Silvio R.

Eventualmente vuelvo a casa caminando, mientras lo hago, acostumbrada al paisaje voy repasando canciones de Silvio, o de Sabina, entre otras. Me angustia un milímetro en el rincón mas alejado de la conciencia, la falta de compañía, sin embargo prosigo, un pie sigue inevitablemente al otro pie, y la marcha al estilo militar no declina su ritmo pintoresco por ninguna razón.
A veces pienso que ningún camino que transité me gustó tanto como en el que conocí a Joaquín, y no me creo que esté tan lejos ahora, supongo que la vida nos da un instante de paz a veces, cuando nos hace tropezar con personas como él, tan excepcionales, tan fuera de este mundo, y tan dentro de “nuestro mundo”.
Casi siempre llegan a mis oídos esas canciones en la que nos acompañamos una noche, y nos reconocimos como almas contemporáneas, y dirigidas hacia la misma meta. Después de todo este tiempo tengo en la memoria el inconfundible acento de su voz en el teléfono, y la calidez de sus palabras, así como la forma de su boca en plena sonrisa a través del mar. Me pregunto si estará ahora sentado frente al “ordenador” tratando de escribirme algo. Aún así sé que me lleva en sus pensamientos algunos días, especialmente cuando al releer Rayuela, se pregunta por la Maga y los puentes de París, que él llegó a conocer tan bien.
Es increíble como funcionó el don de la ubicuidad aquella tarde en Pozo Azul. Y aunque nos cansamos de caminar bajo el sol, el mejor descubrimiento fue su mirada, su acento y sus costumbres. El azar, diría él, hizo de nuestro encuentro un palíndromo tan tierno que no hay otro que pueda superarnos.
Me pregunto si en Valencia llueve como aquí, con esta humedad, y si el mate de todas sus mañanas, esa costumbre argentina que hizo suya, le sabrá tan amargo como a mí, desde que sé que ya no va a volver.